miércoles, 19 de octubre de 2011

Oda a mi automóvil


Nutrido de llamas y aceites minerales,
Hambriento de presas siderales y de horizontes,
Bajo el influjo de las 450 vueltas,
Y las ocho gargantas,

Tu corazón se expande y se detiene al sonido del Zoom, zomm
Mis ojos, corazón y respiración suspendidos por el rezo de los neumáticos,
Las danzas que bailan por las blancas carreteras del mundo.
Al estrepito del aullar de tu voz,
He aquí el sol va imitando tu andar veloz,
Acelerando su palpitación parando mi pulsación.
Mirándolo galopar al fondo de los grandes bosques,
Que hermoso demonio al desatar furia sin esperar,
A tu merced me encuentro,
Toma mi cuerpo y alma,
Y deja escucharme a pesar de todos tus ecos,
Bajo el cielo que me ciega a pesar du tus astros de oro,
Camino exasperando mi fiebre y mi deseo,
Subiendo al limite sin control.
Vagamente escucho el tiempo,
Escuchando el estruendo rechinante producido en las carreteras,
Por donde nuestros rastros van quedando plasmados.
Mas pronto sin una tregua,
Sin ningún reposo,
Soltando los frenos,
El pulso del motor se multiplica a la par de mi pulso,
No mas contacto con la tierra,
Me aparto de ella,
Y vuelvo serenamente,
Por la excitante plenitud,
De los astros que tiemplan al paso,
De su gran lecho blanco.

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